Desde hace 10 mil años este valle de tierras fértiles está poblado. Los primeros habitantes fueron cazadores y recolectores, quienes dejaron sus primeras huellas en Kayarani (Colomi, provincia Carrasco) en forma de raspadores y puntas de proyectil. Después —hace 2 mil años—, llegaron los primeros alfareros, sociedades más complejas, que además combinaban sus actividades artesanales de la cerámica con la agricultura.

Lo anterior corresponde a lo que los estudiosos llaman Periodo Formativo. Los pobladores de este periodo se establecieron preferentemente en Aiquile (provincia Campero). Dejaron en esa región infinidad de pruebas de su presencia: vasijas, objetos de cerámica monocroma, de forma globular (de globo), ovoidales; también keros (especie de vasos), pipas, instrumentos musicales en cerámica y hueso, así como algunos artefactos agrícolas.

Pero, los antiguos cochabambinos no se establecieron únicamente en Aiquile, sino también en Mojocoya, al sudeste del departamento, ya en el 200 d.C. y todavía perteneciente al Formativo. Estos habitantes se destacaban por trabajar la cerámica para la fabricación de cuencos con tres patas largas y planas, vasos, embudos y jarras globulares. Eran muy laboriosos, pues también desarrollaban el arte textil, la metalurgia, la cestería y tenían prácticas funerarias de momificación.

En la zona de Tupuraya, en el mismo Cercado, aparece otro grupo humano, cuya cerámica se caracterizaba por diseños geométricos en colores rojo y negro. Fabricaban vasos y vasijas antropomorfas, dando nombre a lo que se denominó el “estilo Tupuraya”.

Tiwanakotas en la Llajta

Los tiwanakotas tuvieron presencia importante en Cochabamba durante la fase expansiva de este imperio. Desarrollaron varias estrategias de ocupación. Estando en los valles, se articularon con otros grupos locales de tradición cultural diferente, para obtener e intercambiar productos alimenticios y bienes suntuarios.

Tiwanacontas en Cochabamba

Colonización de los quechuas

Los incas no siempre fueron un pueblo poderoso. En Cuzco, donde se establecieron tras huir de su región natal, eran una comarca más de labradores que no se distinguía mayormente de sus vecinos. Sin embargo, por ser herederos de una alta cultura, produjeron excedentes de comida y formaron un ejército muy hábil. Luego de someter a sus principales enemigos, los Chancas, se impusieron en la región, a fuerza de masacrar o aliarse con otros señoríos.

Pronto fueron poderosos y vieron que los límites les resultaban pequeños. Entonces, Pachacutec se lanzó en procura de mayores conquistas y llegó hasta lo que hoy es Bolivia. Somete a los aguerridos aymaras (entonces dueños de esa región) y los vence militarmente.

A continuación, se desarrolla un largo proceso de expansión de los incas en territorio que fue aymara. Cochabamba es la niña mimada de los invasores, que ven en la región “el granero” del imperio, por la calidad y abundancia de maíz. Pero los aymaras no se resignaron fácilmente a perder su territorio y opusieron una lucha feroz. Es Huayna Kapac quien consolida la presencia inca en Qhocha Pampa.

Inmediatamente, el Estado Inca reorganizó la provincia del Kollasuyo. Los principales centros urbanos fueron Omereque y Aiquile, donde la presencia estatal se hizo fuerte para servir de contrafuerte ante las arremetidas de los chiriguana. Omereque tuvo tanta importancia que fue el centro vial de donde partían los caminos incaicos hacia Santa Cruz y Chuquisaca.

Otro distrito de excepcional importancia fue Quillacollo, donde los incas construyeron 2.500 silos de maíz con destino a todo el imperio, acopiado en Tiquipaya, Colcapirhua, Vinto, Cercado. Para la administración y control de estas qollqas, se edificó Incarrakay, desde donde se exportaban los granos.